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Gonzalo Jiménez de Cisneros nace en Torrelaguna en 1436, nombre con el que realiza sus estudios en el Colegio Mayor de San Bartolomé de Salamanca; de allí pasó a Roma, en donde fue ordenado sacerdote. Se hace fraile franciscano de la Observancia a los 48 años, pasando a llamarse Fray Francisco. En 1495 Fray Francisco Jiménez de Cisneros es nombrado Arzobispo de Toledo.

El Cardenal Cisneros, hijo de hidalgos pobres, procedentes de la villa de Cisneros (Palencia), tiene dos hermanos: Bernardino y Juan.

Bernardino Jiménez de Cisneros tiene una vida agitada, al principio con las armas, luego como fraile, y después como mayordomo arzobispal. Con un carácter difícil y violento, en cierta ocasión llega casi a ahogar a su hermano Francisco.

Juan Jiménez de Cisneros vive en Torrelaguna, con edad avanzada, por mediación de su hermano el Cardenal, en 1497 casó con Leonor de Luján, hija de Pedro Zapata, Señor de Barajas. El matrimonio tuvo tres hijos: Juana, María y Benito.

Leonor de Luján muere en 1503 y su esposo Juan Jiménez de Cisneros en 1514, los huérfanos quedan a cargo del Cardenal.

Juana Jiménez de Cisneros casó con don Alonso, hijo mayor de Bernardino de Mendoza, Conde de la Coruña. Los titulares del Condado de la Coruña conservaran permanentemente el título de Patrones de la Universidad de Acalá de Henares.

María Jiménez de Cisneros casó con don Juan Zapata Osorio, Regidor de Madrid, posteriormente serán Condes de Barajas.

Benito Jiménez de Cisneros ocupa un Mayorazgo que se crea para él, con bienes en Alcalá de Henares, casó con Petronila de Mendoza. El matrimonio tiene varios hijos, entre ellos, los mayores son Francisco y Beatriz. La Universidad de Alcalá conspira para que cambien de residencia a Madrid (año 1533).

En Alcalá sólo quedaban recuerdos de los Cisneros y casas vacías. Cuando Pedro de la Torre, un vástago menor de la familia, antiguo criado de Juan Jiménez de Cisneros en Torrelaguna, en su día apreciado y ayudado por el Cardenal, acude con el resto de la familia a Alcalá instalándose en una de las casas que la Universidad debía ofrecer obligatoriamente a los Cisneros. Su hijo Francisco Jiménez de Cisneros casó con María Gago de Medrano, con quién tuvo cuatro hijos: Francisca, Francisco, María y Marta. En los siglos XVI y XVII se aseguraba la descendencia de los Cisneros en todos los rincones de Alcalá (Colegiales de San Ildefonso, Oficiales de la Universidad, etc.)

El padre de Gonzalo, Alfonso Jiménez, era receptor real de diezmos para ayudar a los reyes de España en la guerra contra los infieles. Su madre, María de la Torre, pertenecía a una casa noble. Aunque la familia había empobrecido todavía conservaba un gran renombre.

Gonzalo Jiménez de Cisneros hace sus primeros estudios en Roa, al lado de un tío clérigo, y en Alcalá de Henares, en el Estudio Viejo anejo al convento de los franciscanos. Realiza estudios universitarios en Salamanca, donde estudió derecho, filosofía y teología. Después de seis años de formación regresó a Torrelaguna. Con el propósito de encontrar mejor fortuna decidió marchar a Roma, donde consiguió cierto reconocimiento.

Tras la muerte de su padre regresa a España, obteniendo del Papa la concesión de una expectativa, asegurándose un puesto (había habido intentos de prohibirlas por alguno de los papas, entre ellos, Martín V, pero no se lograría hasta el Concilio de Trento).

Dada la cercanía con Torrelaguna, es verosímil pensar que Cisneros acudiera a Alcalá de Henares en más de una ocasión. Alcalá, junto con Toledo, eran las dos vicarías en que se dividía el Arzobispado de Toledo, tenía por tanto Audiencia Arzobispal donde se sentenciaban pleitos (el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada hizo a Alcalá sede de una vicaría del Arzobispado).

Gonzalo Jiménez de Cisneros recibió de su arzobispo Alonso Carrillo el cargo de gobernación en las villas de Talamanca, Uceda y Torrelaguna.

El 22 de enero de 1471 es nombrado por Paulo II arcipreste de Uceda, con sorpresa y desagrado del arzobispo de Toledo Alonso Carrillo de Acuña. El pontífice toma esta decisión al ser informado por el mismo Cisneros de una grave infracción de la jurisdicción eclesiástica hecha por su antecesor Pedro García de Guaza.
Cisneros defendió tenazmente su derecho al arciprestazgo contra la oposición del arzobispo. Acabó enfrentándose al arzobispo Alonso Carrillo, en defensa del arciprestazgo, por lo que fue arrestado y puesto en cautiverio seis años.

No hay que descartar alguna otra motivación en el enfrentamiento, pudiendo ser política. Corrían años turbulentos en la guerra de sucesión al trono de Castilla, eran conocidas las veleidades del arzobispo Alonso Carrillo, mostrándose defensor acérrimo de la princesa Isabel, como partidario del rey de Portugal y de los nobles castellanos que rechazaban a la joven soberana.

Finalmente, Alonso Carrillo de Acuña decidió liberar a Cisneros para que ocupase el cargo que le correspondía. Al poco tiempo, Cisneros terminó permutando al cargo de arcipreste de Uceda por la capellanía mayor de la catedral de Sigüenza, donde conoció al obispo de la ciudad, don Pedro González de Mendoza, quien, al ser nombrado arzobispo de Sevilla, encargó el gobierno de Sigüenza a Cisneros, nombrándole vicario general.

En este período, Cisneros perfecciona sus conocimientos bíblicos y estudia hebreo, embriagado en un espíritu crítico que le darán las bases para el camino de la Reforma, base también para dos obras importantes: la Universidad Complutense y la Biblia Políglota.

Abatido por su trabajo, Gonzalo de Cisneros con 48 años decidió recluirse en el convento franciscano de San Juan de los Reyes de Toledo, fundado por los Reyes Católicos. Su fama iba creciendo en el convento, por lo que decidió trasladarse al convento del Castañar. Luego fue enviado a Salceda. Siendo fraile franciscano, Gonzalo Jiménez de Cisneros se convirtió en fray Francisco.

La Guerra de Granada es el conjunto de batallas entre 1482-1492 en el reino nazarí de Granada. Finaliza el 2 de enero de 1492 con la rendición de Boabdil y la entrega de las llaves de la ciudad, muy cerca de la Alhambra, a Fernando el Católico, quien a su vez se las entregó a la reina, y ésta a Iñigo López de Mendoza, Conde de Tendilla.

En las Capitulaciones de Granada se estipula el perdón para todos los musulmanes, el respeto a sus propiedades y leyes, la libertad del culto y el uso de la lengua. A Boabdil (Muhámmad XII) se le entregaba un señorío en las Alpujarras, en 1493 se exilió en el Magreb.

La toma de Granada significó un gran esfuerzo económico y militar para la Corona de Castilla. La contribución de la Corona de Aragón fue de menor importancia, Fernando el Católico colaboró con aportación naval y expertos en táctica militar.

Los Reyes Católicos no tardaron en incumplir sus promesas, se impusieron nuevos impuestos y el arzobispo Cisneros impuso conversiones forzosas que provocaron rebeliones entre los musulmanes.

Cisneros interpretó que las revueltas suponían un quebrantamiento árabe y encontró el argumento para considerar invalidado el Tratado. La Pragmática del 11 de febrero de 1502 obligó a los musulmanes a convertirse o a salir de España. La mayoría optó por la conversión.
Los recién convertidos (moriscos) fueron expulsados del país en 1609.

En 1492, fray Hernando de Talavera, confesor y consejero de Isabel la Católica, fue designado arzobispo de Granada, quedando vacante el puesto de confesor de la reina Isabel I de Castilla, por recomendación del entonces obispo de Toledo (el Cardenal Mendoza), eligió como confesor a Francisco de Cisneros - Un año después de la muerte de Isabel la Católica, por la oposición de fray Hernando de Talavera a la Inquisición, Diego Rodríquez de Lucero, Inquisidor de Córdoba, mandó apresar a sus amigos y familiares y preparó el proceso por herejía y apostasía de la fe. Desde Roma, el papa Julio II lo defendió y el Cardenal Cisneros puso en libertad a sus parientes en 1507. Ese mismo año, muere fray Hernando de Talavera -

A Cisneros no se le permitió rechazar la oferta, aunque consiguió el permiso de la Reina de permanecer en el convento y trasladarse al palacio cuando fuese llamado.

En la primavera de 1494, fray Francisco Jiménez de Cisneros fue nombrado vicario provincial de las franciscanos observantes de Castilla, recaló en el convento de Santa María de Jesús de Alcalá, donde encontraría a fray Francisco Ruiz, que se convertiría en compañero de viajes y fatigas por el resto de su vida, su secretario y albacea.

El 17 de abril de 1492 se suscriben por los Reyes Católicos, en la localidad granadina de Santa Fe, una serie de documentos conocidos como Las Capitulaciones de Santa Fe, donde se recogen los acuerdos alcanzados por los Reyes Católicos y Cristóbal Colón relativos a la expedición a las Indias por el mar de occidente.

En el acuerdo se le otorgan a Colón los títulos de Almirante, Virrey y Gobernador General de todos los territorios que descubriera durante su vida, así como la décima parte de los beneficios obtenidos y un diezmo de las mercancías que encontrara y hubiera en los lugares conquistados, designando como herederos a sus sucesores de forma vitalicia. Las capitulaciones son firmadas por el secretario y gran valido Juan de Coloma.

El descubrimiento de América es el hecho más relevante de nuestra historia, España contaba con una situación estratégica privilegiada, había conquistado la Isla de Gran Canaria que hacía más fácil el trayecto. Se había desarrollado el astrolabio y la brújula, además de un gran avance en cartografía. En cuanto a los barcos, se construyeron las primeras carabelas españolas, y galeones y naos portugueses, capaces de recorrer grandes distancias.

Cuando Cristóbal Colón presentó su proyecto a los Reyes Católicos, estos se encontraban en plena guerra para recuperar Granada. Por otra parte, había la necesidad de encontrar una vía alternativa para llegar a las Indias (territorios de Asia con especies y metales preciosos).

Los turcos habían cortado las rutas tradicionales del Mediterráneo y Oriente Próximo para traer especias de Asía a Europa, mientras que los portugueses bordeaban África para llegar hasta las preciadas especies asiáticas. Sólo quedaba la posibilidad de llegar cruzando el Atlántico, como así se hizo, aunque se llegase a un continente desconocido: América.

El proyecto de Cristóbal Colón había sido rechazado los reyes de Portugal, argumentando que según el estudio de sus científicos los cálculos del marino estaban equivocados. Las mismas reticencias pusieron en la Corte Española, solo la fe de Isabel la Católica, con el apoyo de Francisco Jiménez de Cisneros, hicieron posible la empresa.

Finalmente, la expedición se llevo a cabo con tres carabelas y una tripulación de unos 90 marinos, muchos de ellos presos a los que se les prometió la libertad. El viaje duró 21 días, y cuando estaban a punto de darse la vuelta, el 12 de octubre de 1492 llegaron a la Isla Guanahani.

Cristóbal Colón 

La reina Isabel la Católica, mientras tanto veía la necesidad de una reforma general de la Iglesia española, eligiendo a Cisneros para desempeñar la Reforma, trabajo muy bien acogido por Francisco Jiménez de Cisneros y que le granjeó muchas enemistades que intentaban desacreditarle. Hay muchos historiadores que defienden que en realidad la Reforma fue instigada por Cisneros.

El 11 de enero de 1495 fallecía el Cardenal Mendoza, surgiendo varios candidatos para ocupar el Arzobispado de Toledo. Finalmente, Isabel la Católica consiguió del Papa que enviara una bula en la que se nombraba a Francisco Jiménez de Cisneros. Con objeto de llevar a cabo la Reforma, por encargo de la Reina, prepara un amplio programa de renovación, obtiene amplias facultades de Alejandro VI, reúne sínodos diocesanos en Alcalá (1497) y Talavera (1498), promulga nuevas constituciones inspiradas por criterios pastorales, organiza visitas a los arciprestazgos. En paralelo, dirigía y promovía la reforma de los religiosos españoles, especialmente de la Orden Franciscana.

El 1 de septiembre de 1499 el Papa nombra a Cisneros visitador y reformador de las Ordenes Mendicantes en España. Se preocupó especialmente de la reorganización y fortalecimiento interno de las Congregaciones de Regular Observancia.


Sala Capitular de la Catedral de Toledo.


Arzobispos Primados: Pedro Gonzalez de Mendoza, Gran Cardenal de España, y Francisco Jiménez de Cisneros. Sala Capitular de la Catedral de Toledo.

El Arzobispo Cisneros dio mucha importancia a la educación, tanto a la formación de los clérigos que eran ordenados sin apenas formación, como a la formación general para el engrandecimiento del Reino. Invirtió parte de su dinero en la publicación de lecturas, entre otras, Cartas de Santa Catalina de Siena, la Biografía de Santo Tomás de Cantorbery, los Opusculos de Angela de Foligno, obras del Tostado, de Aristóteles, las Reglas de Vida de San Vicente Ferrer, Instituciones de Santa Clara, Epístolas de Santa Matilde, las Meditaciones de Landulfo Cartujano y la Escala de Perfección de San Juan Clímaco. Además de la publicación de obras ajenas, se esmeró en realizar obras propias, como es el caso de la Biblia Políglota.

Su labor en pro de la educación también se concreto con la creación de centros de enseñanza: escuelas, residencias y casas para religiosos. Su obra más importante, la creación de la Universidad (actual Universidad de Alcalá), en un principio deseaba ubicarla en el Palacio de Salinas de Torrelaguna (Palacio Renacentista del taller de Gil de Hontañón).

La idea no pudo llevarse a cabo por la oposición de los vecinos de la villa medieval de Torrelaguna que temían que peligrase la producción vinícola de la zona, así como por la importancia social y universitaria de Alcalá de Henares.

Según la leyenda, Cisneros se enfureció al no ver cumplido su deseo de fundar la Universidad en su pueblo natal.
Se sacudió el polvo de las sandalias, y antes de irse en un arrebato, bramó: De Torrelaguna ni el polvo.

Anteriormente, el 20 de mayo de 1293, el rey Sancho IV de Castilla otorgó licencia al arzobispo toledano García Gudiel para crear un Studium Generale (Estudio General, denominación de los estudios universitarios) en Alcalá de Henares, con las mismas franquezas para maestros y escolares, que estaban concedidas al Estudio General de Valladolid. Estos estudios, si bien de manera bastante modesta, pervivieron a través del tiempo.

El 17 de julio de 1459 el papa Pío II otorgó una Bula, solicitada por el arzobispo Alonso Carrillo de Acuña, para la albergar las Cátedras de Artes y Gramática en el Studium Generale de Alcalá.

 

El papa Alejandro VI otorgó Bula el 13 de abril de 1499 para crear la Universidad de Alcalá, Universidad Complutense o Universidad Cisneriana. La primera piedra del edificio se puso el 14 de marzo de 1501, al mismo tiempo se levantó el Colegio de San Ildefonso.

La Universidad integró las Cátedras del Estudio General. La primera promoción de estudiantes comenzó el 18 de octubre de 1508, entre los alumnos de esa promoción se encontraba Tomás García Martínez, posterior arzobispo de Valencia, conocido como Santo Tomás de Villanueva.

La Universidad Cisneriana y el Colegio de San Ildefonso estaban estrechamente unidos, tenían el mismo Rector y la administración de la vida docente de la Universidad fue confiada al Colegio.

La fama de la Universidad se extendió por Europa, gozando de un enorme prestigio por la calidad de profesores y la existencia de normas, que regulaban toda la vida relacionada con el mundo universitario; el salario de los profesores; los derechos y deberes de los alumnos; los programas académicos; las normas de la biblioteca; etc.
El programa cultural impulsado por el Arzobispo Cisneros respondía a la idea de reforma general de la Iglesia española. Señalar que gran parte de los religiosos que participaron en el Concilio de Trento habían estudiado en la Universidad de Alcalá y de Salamanca.


Panorámica de Alcalá de Henares en la época de la creación de la Universidad por el arzobispo Francisco Jiménez de Cisneros.

La creación de la Universidad debía completarse con levantar un crecido número de Colegios Mayores y Menores, un total de 18, plan que no pudo realizarse en su vida. Inspirándose en la Universidad de París, de la que procedía la mayor parte de los primeros profesores complutenses, se propuso convertir Alcalá en una Academia humanístico-teológica, concediendo amplia libertad a las opiniones, dando cobijo a las tres escuelas en boga: tomismo, escotismo y nominalismo.

El arzobispo Cisneros acometió la reforma del clero, los intelectuales judíos habían influido en el pensamiento de sacerdotes y religiosos que, carentes de formación y a veces de vocación, habían recibido sus doctrinas. Buena parte de los eclesiásticos eran bastardos de reyes y nobles. El desorden se había introducido también en Conventos y Monasterios.

Al asumir el cargo de arzobispo de Toledo presentó al capítulo sus intenciones de reforma del clero, imponiendo una severa y estrecha disciplina. Obligó a los canónigos a abandonar las suntuosas moradas para que volvieran a la vida comunitaria. Levantó un edificio para ellos, próximo a la Catedral, para que estuvieran dispuestos a desempeñar funciones en la misma.

En el primero de los sínodos, celebrado en Alcalá, mandó a los párrocos que predicasen el Evangelio los domingos y fiestas de guardar, función que había sido olvidada. Obligó a velar por la educación cristiana de los niños. Abarató y agilizó los costes de los procesos judiciales. Estableció registros bautismales en todas las parroquias. Con el objeto de promover las mejoras, envió comisionados y visitadores.

Aunque el aspecto de la diócesis tuvo un cambio radical, quedaban algunos sacerdotes que frenaban la labor reformadora argumentando que tenían privilegios y no se encontraban bajo su autoridad. Ante este impedimento, Cisneros solicitó a Alejandro VI un Breve para que todos los sacerdotes estuviesen bajo su autoridad, aún manteniendo esos privilegios.

La reforma se extendió a su Orden Franciscana, procurando sacar de los Claustros a los que no estuvieran dispuestos a acoger la reforma. Se enfrentó a numerosos impedimentos, el más grave de ellos fue la oposición del mismo Papa que, respondiendo a las quejas del Ministro General de los Franciscanos, Francesco Nanni (1475-1499), llamado Francisco Samson, prohibió a los Reyes Católicos que se continuase con la reforma.

Posteriormente, el arzobispo Cisneros obtuvo de nuevo el favor de Alejandro VI y pudo continuar con la reforma.

Continuó con los cambios en las demás Órdenes Religiosas: agustinos, carmelitas y dominicos. El Papa otorgó a Cisneros el Breve Alias ex certis, facultando a éste para delegar a otras personas la reforma de sus propias Órdenes, bajo su inmediata dirección .

La reforma cisneriana se enfrentó a los problemas que surgían en los conventos de mujeres, en muchas ocasiones jóvenes sin recursos ingresaban en los conventos sin tener vocación. Para intentar solucionar el problema fundó el Convento de San Juan y una Casa de Caridad al lado, donde podían vivir jóvenes sin recursos, si se casaban se les daba una dote, y si tenían vocación podían ingresar en el Convento.

  

Se encargó también de las Órdenes dedicadas a pobres y enfermos, levantó Iglesias, ocho Monasterios y cuatro Hospitales. Alimentó a un gran número de mendigos y ofrecía dotes a los jóvenes pobres que deseaban casarse.

El Cardenal Cisneros preconizó una política intransigente frente a la población morisca, lo que provocó la rebelión de Las Alpujarras (1499-1501), duramente reprimida por la monarquía y que dio lugar al Decreto de los Reyes Católicos (1502) en virtud del cual los musulmanes en Castilla eran obligados a convertirse o abandonar el territorio.

La intervención del Cardenal Cisneros en Granada endureció el tratamiento más contemporizador que caracterizaba a Fray Hernando de Talavera. La alternativa a emigrar de los musulmanes era casi imposible, la gran mayoría estaba compuesta de campesinos que no podía afrontarla, además las pragmáticas imponían requisitos muy duros, como la separación de los menores.

La fecha en que se impuso el bautismo obligatorio fue diferente en cada territorio: En el reino de Granada (1501); en la Corona de Castilla (1502); en el reino de Navarra entre (1515-1516), después de haberse incorporado a Castilla en 1512 por Fernando el Católico; en la Corona de Aragón (aragoneses, catalanes y valencianos) en otoño de 1525, por un decreto de Carlos I. En el reino de Valencia los mudéjares habían sufrido previamente la represión de los cristianos sublevados en las Germanías (1519-1523), en Castilla hubo una reacción simultánea, aunque contra los señoríos con mayor concentración de campesinos musulmanes. En el reino de Aragón fueron bautizados en 1526 de forma pacifica.

En el Tratado de Tordesillas (2 de julio de 1494), España y Portugal se reparten el mundo conocido, se menciona en siete ocasiones la necesidad de conquistar las villas de Melilla y Cazaza, y aunque se duda sobre su pertenencia al Reino de Fez (límite del reparto del Tratado), Portugal no se encuentra interesado en el norte de África y cede sus pretensiones ante España, reservándose el comercio hacia el sur del continente africano.

Los musulmanes habían perdido el último reino de Granada, donde se mantuvieron durante casi ocho siglos. Fernando el Católico quiere conquistar las plazas en el norte de África para vigilar la costa e impedir una nueva invasión musulmana. Las expediciones de sondeo para ocupar Melilla coinciden en la dificultad de la empresa, Martín Galindo y Cristóbal Colón se mostraron en contra, y los Reyes Católicos se desentienden de la empresa.

Será la Casa de Medina Sidonia, dependiente del obispado de Badajoz, la que se hará cargo en su nombre y a su costa de la expedición de conquista de Melilla. Previamente se inició un pacto de rendición con la familia en posesión de la ciudad, que acaban solicitando ayuda al Rey de Fez, que carece de fuerzas para impedir la invasión. Los pocos habitantes de la ciudad acaban por destruir los adarves, y quemarla, para que las tropas españolas no encuentren nada útil.

  

El III Duque de Medina Sidonia, don Juan Alonso Pérez de Guzmán y de Ribera, ocupó Melilla (1497), conquistó Cazaza (1505) y las Cuatro Torres de Alcalá (1508), levantando fortalezas cristianas.

A partir de 1504, Cisneros inició los trabajos para editar una Biblia en sus lenguas originales. De este modo, surgió la Biblia Sacra Políglota Complutense, una de las obras más representativas del renacimiento español.

   §  La parte griega fue elaborada por Demetrio Ducas y Hernán Núñez.

   §  La parte hebrea y aramea fue tratada por los conversos Alonso de Alcalá, Pablo
       Coronel y Alfonso Zamora.

   §  La parte latina fue trabajada por Antonio de Nebrija.

La Biblia Sacra Políglota Complutense consta de seis tomos en folio.

&  Los Tomos (I - IV) corresponden al Antiguo Testamento.

&  El Tomo V contiene el Nuevo Testamento.

&  El Tomo VI es un apéndice, con vocabulario hebreo y arameo, y una gramática
       hebrea.

La obra fue impresa por Arnao Guillén de Brocar, considerada como una verdadera obra de arte tipográfico.


La reina Isabel la Católica dictando su testamento, obra cumbre de la pintura histórica del siglo XIX, presentada por Eduardo Rosales Gallinas a la exposición Nacional de 1864. Museo del Prado.

El arzobispo Cisneros pasó en la Corte los últimos días de Isabel la Católica, al mismo tiempo se ocupaba de sus proyectos de reformar las costumbres y de la moderna Universidad de Alcalá. El día que fallece la Reina, 26 de noviembre de 1504, Cisneros no se encontraba a su lado en Medina del Campo, era un momento de crisis para Castilla con el enfrentamiento entre Felipe el Hermoso y Fernando el Católico.

El arzobispo se inclinó por Fernando el Católico, intervino en las negociaciones de la Concordia de Salamanca (24 de noviembre de 1505) donde se acordó el gobierno conjunto de Felipe I y Juana I, como reyes, actuando Fernando el Católico como gobernador. Previamente, Fernando el Católico había neutralizado el apoyo francés a su yerno Felipe el Hermoso por el Tratado de Blois (12 de octubre de 1505), y se había casado con Germana de Foix (19 de octubre de 1505), sobrina del rey Luis XII. Después Cisneros permaneció al lado del monarca flamenco cuando Fernando el Católico marchó a Aragón.


Monumento a Isabel la Católica con las figuras de Boabdil el Chico, Gonzalo Fernández de Córdoba, Cristóbal Colón y el Cardenal Cisneros.
Esculturas en bronce de Salvador Amaya. Parque Histórico de Navalcarnero, que estuvo bajo la jurisdicción de Segovia entre 1499-1627


Escultura en bronce de Boabdil el Chico


Escultura en bronce de Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán


Escultura en bronce de Cristóbal Colón


Escultura en bronce del Cardenal Cisneros


Monumento a Isabel la Católica con las figuras de Boabdil el Chico, Gonzalo Fernández de Córdoba, Cristóbal Colón y el Cardenal Cisneros.

Tras la conquista de Granada, dominada la sublevación de las Alpujarras, se forma una flota fija de 33 naves (dos naos gruesas, dos galeras y el resto naves ligeras: fustas y bergantines) para guarnecer la costa española y transportar al norte de África a los musulmanes que no aceptaban el bautismo.
El arzobispo Cisneros insiste en la necesidad, como lo había sido Alfonso X el Sabio, de conquistar los puertos de Berbería en la costa norteafricana para impedir los ataques piratas a las costas españolas y, para evitar objeciones de Fernando el Católico, ofrece anticipar los gastos de la expedición. El 13 de septiembre de 1505 se toma la plaza de Mazalquivir (Mers el-Kebir) .

El 27 de junio de 1506 el rey Fernando el Católico firma la Concordia de Villafáfila, y al día siguiente en Benavente hace lo mismo Felipe I el Hermoso, mediante el tratado se reconoce la incapacidad para reinar de la reina Juana I por su supuesta enajenación mental.

Felipe I de Habsburgo quedaba como único rey de Castilla y León, mientras que Fernando el Católico se retiraba a los reinos de Aragón.

La vigencia del acuerdo fue breve, Felipe I fallecía el 25 de septiembre de 1506 en la Casa del Cordón de Burgos. El primogénito de Juana y Felipe, futuro Carlos I, tenía cinco años de edad.

El 24 de septiembre de 1506, un día antes de la muerte de Felipe I en el Palacio de los Condestables de Castilla de Burgos, los nobles castellanos acordaron formar un Consejo de Regencia interina para gobernar provisionalmente el Reino presidido por el don Francisco Jiménez de Cisneros, Arzobispo de Toledo y Canciller Mayor de Castilla. El Consejo de Regencia estaba formado por Fadrique Enríquez de Velasco, Almirante de Castilla; Bernardino Fernández de Velasco y Mendoza, Condestable de Castilla; Pedro Manrique de Lara y Sandoval, Duque de Nájera; Diego Hurtado de Mendoza y Luna, Duque del Infantado; Andrés del Burgo, embajador de Carlos I; y Filiberto de Vere, Mayordomo Mayor de Felipe I.

Las grandes familias de la nobleza se encontraban enfrentadas sobre quién debía desempeñar la Regencia: Mientras que los Pacheco, Manrique y Pimentel deseaban que fuera ocupada por el emperador Maximiliano durante la minoría del príncipe Carlos. Los Mendoza, Álvarez de Toledo, Enríquez y Velasco se posicionaban por Fernando el Católico, como establecía el testamento de Isabel la Católica y las Cortes de Toro del 7 de marzo de 1505.

La reina Juana I decidió gobernar, revocó las mercedes otorgadas por Felipe I, intentó restaurar el Consejo Real de la época de su madre, la reina Isabel la Católica. El Arzobispo Cisneros, sin consultar a la reina Juana I, acudió a Fernando el Católico para que regresara a Castilla. La reina Juana desaprobó la decisión de Cisneros y llegó a prohibir la entrada a Palacio del Arzobispo.

Para dar legalidad al nombramiento como regente de Fernando el Católico, el Consejo Real y Cisneros buscaron encauzar el vacío de poder con la convocatoria de Cortes, pero la reina se negó a convocarlas, y los procuradores abandonaron Burgos sin haberse constituido en asamblea.

Fernando el Católico, tras regresar de tomar posesión del Reino de Nápoles, se entrevistó con su hija el 28 de agosto de 1507, y volvió a asumir el gobierno de Castilla. En diciembre de 1509 pactó con Carlos I su renuncia a la Regencia de Castilla. Las Cortes de 1510 ratificaron a Fernando el Católico como Regente.

En 1496 Fernando el Católico acudió a Alejandro VI quejándose de la Inquisición por la mala distribución de los bienes de los juzgados. El Papa otorgó al arzobispo Cisneros plenos poderes para que resolviera el conflicto.

Finalmente, Cisneros acudió al rey para que destituye al Inquisidor General Diego Deza (dominico, arzobispo de Sevilla, preceptor del príncipe Juan) por éste asunto y otras injusticias. El monarca castellano-aragonés acabó destituyendo a Deza y pasó la jurisdicción al Consejo Real. El arzobispo sevillano con protestas volvió a usurpar el cargo.

En recompensa por los méritos prestados, Fernando el Católico logró que Julio II ofreciera a Cisneros el Capelo Cardenalicio (Cardenal de Santa Balbina, 17 de mayo de 1507) y el cargo de Inquisidor General en la Corona de Castilla (15 de junio de 1507 - 8 de noviembre de 1517).

En la Corona de Aragón el Inquisidor General era el Obispo de Vich, Juan Enguera (1507-1513), sucediéndole el Obispo de Tortosa Luis Mercader (1513-1516), posteriormente el Inquisidor General de Aragón fue Adriano de Utrecht (1516) e Inquisidor General de Castilla y Aragón (1518-1522), Cardenal y Obispo de Tortosa, papa Alejandro VI (1522-1523).

El Cardenal Cisneros como Inquisidor General de Castilla no mostró gran severidad y terminó con los abusos que había en Córdoba por parte del inquisidor Diego Rodríguez de Lucero, aunque hay historiadores que defienden que su forma de tratar a los moros en Granada, transformando Mezquitas en Iglesias, provocó la rebelión de los moriscos de Albarracín.

Después del éxito de Mazalquivir (13 de septiembre de 1505) y de la toma del Peñón de Vélez de la Gomera (23 de julio de 1508) por Pedro Navarro. El cardenal Cisneros, ante la peligrosa navegación por el mar Mediterráneo, tomó la iniciativa de financiar la campaña de Fernando el Católico para conquistar la ciudad costera de Orán, con la condición de que la plaza quedara bajo la jurisdicción de la Archidiócesis de Toledo.

El monarca facilitó la leva de las tropas y la formación de la armada, concediéndole a Cisneros el título de capitán general de África el 20 de agosto de 1508.

El 27 de mayo de 1509, don Pedro Navarro tomó al asalto la alcazaba y puertas de la ciudad amurallada de Orán, tras el saqueo se prendieron a numerosos cautivos. Al día siguiente, Cisneros se trasladó en barco desde Mazalquivir, realizándose actos de celebración.

Continuando con la política expansiva, el 6 de enero de 1510 se toma la ciudad de Bugía.

El 24 de abril de 1510, Fernando el Católico toma por asalto Argel, construyendo una fortaleza.

El conde de Oliveto, don Pedro Navarro, toma la ciudad de Tripolí el 25 de julio de 1510.

Tras el Desastre de los Gelves (entre julio-octubre de 1510) y la participación española en 1511 en la Santa Liga (coalición formada por los Estados Pontificios, Venecia, España, Suiza, el Sacro Imperio Romano Germánico e Inglaterra para luchar contra Francia), la Corona puso en un segundo plano la guerra de África, ante los prioritarios asuntos en Italia.

El 23 de enero de 1516 fallece Fernando II de Aragón y V de Castilla, sus consejeros evitaron que en los últimos días de su vida nombrase como sucesor a su nieto Fernando de Habsburgo, en detrimento de Carlos, por el que sentía un gran cariño y que, además de educarse en España, había nacido en Alcalá de Henares en 1503.

Dejó como Regente de Aragón y Nápoles a su hijo natural Alonso de Aragón, arzobispo de Zaragoza. El cardenal Cisneros quedaba como Regente de Castilla, durante la minoría de edad de Carlos de Gante.

Tras la muerte de Fernando el Católico, el infante Fernando de Habsburgo intentó hacerse con el poder. Al ser informado el cardenal Cisneros de la muerte del monarca y de la regencia que se le había otorgado, se trasladó al Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe para presentar sus respetos a la reina viuda Germana de Foix, y se apresuró a frenar los intentos del infante Fernando.

Después de resolver algunas sublevaciones, se decidió trasladar la sede de gobierno a Madrid, tanto por su posición ideal para atender los asuntos peninsulares, como por su cercanía a la diócesis de Toledo.

Cuando los enviados del Cardenal Cisneros y del Consejo Supremo llegaban a Bruselas con la noticia de la muerte de Fernando el Católico y el problema de los dos regentes, Carlos de Habsburgo decidió ratificar la regencia del Cardenal como había dispuesto su abuelo.


Díptico siglo XVI que representa los hijos de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, Carlos I es el segundo por la izquierda

Tras la muerte de Fernando el Católico, el emperador Maximiliano I de Habsburgo (emperador del Sacro Imperio Romano Germánico desde 1508) y el Papa León X trataron a Carlos de Gante como Rey de España. Por este motivo, Carlos envió a Adriano de Utrecht (deán de Lovaina, futuro Papa Adriano VI) para que trasmitiese que en España se le tratase también como Rey.

El Cardenal Cisneros intentó convencer a Carlos de que esta decisión provocaría la oposición de la nobleza. Ante la insistencia de Carlos de Habsburgo, el Cardenal reunió al Consejo y trasmitió la noticia, sin llegar a un acuerdo, el Cardenal decidió proclamar la noticia. En casi toda España se aceptaron las directrices del Regente, a excepción de Zaragoza que manifestó que antes tenía que jurar en Cortes.


Familia del emperador Maximiliano, Carlos V en el centro del retrato

En estos momentos, el cardenal Cisneros se tendrá que enfrentar a la sublevación de las ciudades castellanas (Comunidades de Castilla), y a los intentos de los colaboradores flamencos de Carlos I por intervenir en la política castellana. Para evitar conflictos decide organizar una milicia urbana que recibe el nombre de Gente de Ordenanza.

Cisneros contó con la ayuda del embajador de Bruselas, Diego López de Ayala, para consolidar su posición ante Carlos I. Fortaleció la artillería, marina y construcción naval. Dispersó a los más peligrosos consejeros aragoneses que amenazaban la entronización de Carlos I.

Se movió con gran talento e intuición en las relaciones internacionales mantenidas con Francia, Inglaterra y Portugal, consiguiendo frenar el intento navarro-francés de establecer en el trono a Juan de Albret como rey de Navarra, destruyendo algunos castillos y nombrando virrey al duque de Nájera, Pedro Manrique de Lara.

Sin embargo no tuvo éxito ante los continuos ataques del corsario turco Arug Barbarroja contra las posesiones españolas del Norte de África

Otra de las grandes preocupaciones del cardenal Cisneros fue la organización de los territorios americanos. A partir de 1500 promovió diversas expediciones de misioneros, especialmente franciscanos, y llegó incluso a desprenderse de sus más íntimos colaboradores, como fray Francisco Ruiz, que partieron como misioneros a las Antillas. Impulsó la creación de las primeras sedes episcopales y se preocupó de la instrucción de los religiosos destinados a la actividad misionera.

Cristóbal Colón no había sabido gobernar el territorio adquirido, tratando como esclavos a los indígenas, su actuación recibió una severa condena de Cisneros, quien para remediarlo elaboró un código de instrucciones para protegerlos de la opresión y convertirlos a la fe cristiana.

En el momento que el cardenal Cisneros se hizo cargo de la Regencia, el mundo indiano se restringía a las actualmente denominas Antillas Mayores (La Española o Santo Domingo, San Juan o Puerto Rico, Cuba y Jamaica), más el territorio de Darién o Tierra Firme (Panamá), en vías de colonización.

El Gobernador general de las Islas era don Diego Colón, hijo del descubridor, y que ostentaba los títulos de Almirante y Adelantado de las Indias, ausente en esos momentos en España. Los asuntos de Hacienda corrían a cargo del tesorero Miguel de Pasamonte. Para los asuntos judiciales existía una Audiencia o Tribunal de Apelación, cuyos jueces resultarán condenados en el juicio de residencia de 1517. En el terreno eclesiástico existían tres Obispados y una Abadía, cuyos titulares residían en España.

Tierra Firme (Panamá) estaba gobernada en lo secular por Pedro Arias (Pedrarías) Dávila, y en lo eclesiástico, por el franciscano Juan de Quevedo, Obispo de Santa María de la Antigua, que regresó a España. En 1516 habían llegado a las Indias un total de unos 4.000 españoles. La población española basaba su economía en un sistema de Encomienda, previo repartimiento de los indios. El último y más amplio de los repartimientos había sido entre 1414-1515, del que se deriva gran parte del descontento en 1516 en La Española, seguían vigentes las Leyes de Burgos (27 de diciembre de 1512), parcialmente reformadas por las Leyes de Valladolid (28 de julio de 1513).

El cardenal Cisneros comprobó que estas leyes no se cumplían, dañando a los nativos en su derecho al trato justo y a la cristianización, provocando la alarmante y paulatina desaparición de la población indígena. La realidad indiana hace que Cisneros intentase solucionar el problema de las Encomiendas, en 1516 envió a las Antillas a tres religiosos jerónimos (Bernardino de Manzanedo, Luis de Figueroa y Alonso de Santo Domingo) con instrucciones muy precisas para la reorganización de los poblados indios y para proceder a la administración de los nuevos territorios.

Los consejeros de Carlos de Habsburgo para controlar la actuación de Cisneros enviaron sucesivamente a tres embajadores: Adriano de Utrecht, el Señor de La Chau y el barón Amerstoff, aunque no llegaron a tener influencia ante el viejo cardenal y no ocuparon cargos de mayor importancia en la regencia.

Al final de su vida, el Cardenal insistió al rey Carlos I para que viniese a España a ocupar su cargo ya que se querían convocar Cortes.

Finalmente, Carlos desembarcó en Tazones (Asturias) el 19 de septiembre de 1517. El Cardenal Cisneros salió al encuentro que se había acordado en Mojados, cerca de Valladolid.

Cuando se fue acercando la fecha se dirigió a Aranda de Duero, pasando por su pueblo de Torrelaguna. Al llegar a Boceguillas comenzó a empeorar su enfermedad y, estando en camino, murió en Roa el 8 de noviembre de 1517.

El Cardenal Cisneros fue enterrado con grandes honores en Alcalá, dejando a la Universidad su fortuna (según su testamento de 4 de abril de 1512).

Sus restos se conservan actualmente en la catedral de Alcalá, aunque en la capilla de San Ilefonso de la Universidad luce vacío un rico sepulcro de mármol, labrado para él por Domenico Fancelli, Bartolomé Ordóñez y Pietro de Carona, finalizado en 1521.

Su epitafio fue redactado en latín por el erasmista Juan de Vergara: A Cristo óptimo máximo. Abierto había yo, Francisco, a las musas un espacioso liceo: encerrado estoy ahora en estrecho sarcófago. La púrpura uní al sayal y el yelmo al capelo como fraile, general, gobernante y príncipe cardenal. Más aún: por mi temple se unió la corona al capelo cuando en mi regencia me obedeció Hesperia (España). Murió en Roa, el 8 de noviembre de 1517.

El proceso de su beatificación, iniciado en 1530 en la sede toledana e impulsado con gran fuerza en el siglo XVII, no pudo coronarse con la elevación de Cisneros a los altares.


Cenotafio del Cardenal Cisneros, Capilla de San Ildefonso de la antigua Universidad Complutense (Alcalá de Henares).


Cenotafio del Cardenal Cisneros, Capilla de San Ildefonso de la antigua Universidad Complutense (Alcalá de Henares).