Sólido, Siracusa (821-829) Miguel II y su hijo Teófilo. 6.000 eurosMiguel II, conocido como 'El Tartamudo', emperador bizantino (820-829), primer miembro de la dinastía Amoriana. Se inició en el ejército como soldado, llegando a ser general. Ayudó en 813 para que su compañero de armas León V 'El Armenio' fuera nombrado emperador, aunque fue condenado a muerte en 820 cuando León V descubrió que había participado en una rebelión contra él. Finalmente, León V fue asesinado en la capilla de palacio el 24 de diciembre de 820, pudiendo salir Miguel II de prisión para ocupar el trono imperial.
Aunque la entronización de Miguel II contó con la bendición del patriarca de Constantinopla y gozó de seguridad en Constantinopla, encontró una fuerte oposición en casi todas las provincias periféricas del Imperio, especialmente en Antioquía, encabezada por el comandante militar de thema Anatólico, Tomás 'El Eslavo', quien se autoproclamado emperador en dicha ciudad.
El usurpador Tomás 'El Eslavo' contó con la ayuda del califa abbasí Mamun (hijo del legendario califa Harún al-Rashid, intelectual y poeta, que inició la Edad de Oro del Islam), muchos iconódulos, eslavos y paulicianos (miembros de un movimiento herético de Asia Menor). Tomás 'El Eslavo' controló gran territorio de Asia Menor, sitiando Constantinopla en diciembre de 821, aunque no pudo tomarla.
Desde que Miguel II contó con la ayuda del khan búlgaro Omurtag, la rebelión de Tomás 'El Eslavo' fue perdiendo terreno, siendo finalmente derrotado en la primavera de 823 en la batalla de Diábasis.
El emperador Miguel II habiendo asegurado su posición abandonó la política exterior, permitiendo que el califato abbasí se fuera extendiendo por el Mediterráneo. Entre los años 823-827, los árabes habían tomado la isla de Creta y gran parte del sur de Italia, siendo dueños absolutos de las rutas marítimas occidentales.
En política interior, a pesar de sus simpatías iconoclastas, intentó acercar las dos posturas religiosas irreconciliables (iconoclastas e iconódulos) que tanto derramamiento de sangre habían causado el Imperio.
La postura conciliadora lo único que hizo fue desconcertar a ambas posiciones y empeorar el conflicto religioso que heredaría su hijo Teófilo, tras la muerte de Miguel II en 829.