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Francisco de Goya y Lucientes (1746 - 1828)

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Obra Goya Obra de Francisco de Goya

Francisco de Goya ocupa un lugar excepcional en la Historia del Arte.
La larga e ininterrumpida vida pictórica, así como la diversidad de temas y técnicas (óleos, dibujos y grabados), así como la especial sensibilidad del momento histórico que le tocó vivir, le convierten en una figura única de la pintura.
Goya tuvo contacto con las ideas de la Ilustración, a través de intelectuales como Jovellanos, Iriarte, Meléndez Valdés o Fernández de Moratín.
En su época se produjo de la revolución francesa, fue testigo directo de la Guerra de la Independencia.
La sordera que le provocó una enfermedad sufrida entre (1792-1793), hizo de él un artista que expresa las emociones y sensaciones que le produce el mundo que le rodea, creando una obra revolucionaria que cambió radicalmente los fundamentos de la pintura.

Goya renunció a la condición de artista distanciado y aislado para convertirse en un protagonista apasionado.
Esta actitud explica la realización de series de grabados de crítica acerada de la sociedad de su tiempo, como 'Los Caprichos', o de denuncia apasionada de los horrores de la guerra, como 'Los desastres de la guerra', o de pinturas de un patetismo desgarrado, como 'La Carga de los mamelucos' y 'Los fusilamientos de la noche del 3 de mayo'.

Goya fue un pintor que practicó la pintura mural desde su juventud hasta la madurez.
En algunas de estas obras, como los frescos de' San Antonio de la Florida', rompió decididamente con los principios académicos de la pintura al fresco para imponer una hegemonía del color y de la expresión sobre las contenciones clásicas del dibujo.

Asimismo fue un excelente grabador, el primero de alcance universal de nuestra pintura, comparable a lo que fueron en los siglos XVI y XVII, Durero y Rembrandt.
También en esta especialidad fue un innovador, y alcanzó un profundo conocimiento de las complejas técnicas del grabado, al que confirió una profunda dimensión artística.
Goya, un pintor obsesionado por la expresión y desentendido de las normas académicas, fue un constante experimentador de técnicas y procedimientos que, como el grabado, contribuyeron de forma decisiva al conocimiento y difusión de su arte.

Francisco de Goya nació en Fuendetodos el 30 de marzo de 1746, pueblecito cercano a Zaragoza. Su padre, José Goya, era un modesto dorador.
Después de estudiar en las Escuelas Pías de Zaragoza, en donde entablaría una amistad con Martín Zapater que duraría toda la vida, pasó a estudiar pintura con José Luzán.
Después de intentos fallidos por lograr una ayuda de la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid para ir a Italia, vio reconocido su talento en 1771 con una mención especial de la Academia de Parma.
En 1771 recibió el encargo de decorar el fresco la bóveda del Coreto de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, que concluyó al año siguiente con una concepción barroca no exenta de sugestiones de Correggio.

En 1773, Goya se casó con Josefa Bayeu hermana de los célebres pintores Ramón y Francisco, cuyo apoyo, especialmente el de este último, fue decisivo para la carrera artística del pintor.

Por estos años, Goya inició una importante actividad. Prueba de ello son las pinturas para la Cartuja de Aula Dei de Zaragoza (1774), con temas de la vida de la Virgen e Infancia de Cristo en las que muestra un estilo mucho más atemperado y clásico que el de las pinturas de la decoración del coreto.

A finales de 1774 se trasladó a Madrid reclamado para realizar cartones para la Real Fábrica de Tapices y, al año siguiente entregaba los primeros con temas de caza, realizados bajo la dirección de Francisco Bayeu, en los que Goya se muestra sometido al estilo de su cuñado.
Se trata de un período de la pintura de Goya en el que el artista se muestra plegado al gusto oficial y del que es buena muestra el célebre Cristo (Madrid. Museo del Prado) que presentó, el 5 de mayo de 1780 para su recepción como Miembro en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

La realización de cartones para tapices, con una temática de costumbrismo festivo y despreocupado, ocupó una parte importante de la actividad de Goya en la corte. Expresiones de estos primeros ensayos, en donde Goya muestra una temática cortesana, son 'El baile a orillas del Manzanares', 'La cometa', 'El Quitasol' (1777), 'El cacharrero' (1778).
Aunque los cartones le permitieron experimentar y configurar su propio estilo, las limitaciones de este tipo de obras, sometidas a un proceso de repetición propio de una manufactura industrial, hastiaba cada vez más al pintor.
La evolución que experimenta Goya con los cartones puede apreciarse en composiciones como 'La Vendimia' (1786, Museo del Prado), o 'El Pelele' (1792). El último encargo de cartones, lo concluyó a duras penas en 1792.

La actividad de Goya no se limitó a realizar cartones para la Real Fábrica de Tapices, su genialidad se extendió a otros géneros en los que conjugó el tema costumbrista con el paisaje de la ciudad, como en 'La pradera de San Isidro' (1788, Museo del Prado).

Goya fue nombrado pintor del Rey en 1786 y pintor de Cámara el 30 de abril de 1789.
El primer retrato le fue encargado en 1788 'Carlos III, el cazador'.

Su papel en la corte pronto le convirtió en uno de los pintores preferidos de la aristocracia para la que realizó numerosos retratos.
El 31 de octubre de 1799 es nombrado primer pintor de Cámara.

Goya introdujo novedades importantes realizando alguna de las obras maestras del arte del retrato de todos los tiempos.
En los últimos años del siglo XVIII realizó algunos retratos reales de singular relevancia.
Los retratos ecuestres de 'Carlos IV' y 'María Luisa de Parma', (1799, Museo del Prado), ponen de manifiesto el rechazo de Goya por el retrato teatral y enfático y su interés por los modelos de Velázquez.

El retrato de grupo 'La familia de Carlos IV ' (Madrid. Museo del Prado), es un cuadro paradigmático, no hay un foco, aunque se resalta a los reyes y al sucesor, el Príncipe de Asturias. Para el retrato Goya realizó toda una serie de bocetos, fue ejecutado entre 1800 y 1801 y constituye una de las obras maestras del pintor.
Los diferentes miembros de la familia se hallan de pie mirando, excepto uno, al espectador. Además de la profunda caracterización de cada uno de los personajes, Goya ha desarrollado una auténtica lección de autonomía de la pintura en la ejecución de las indumentarias.
Con un trazo espontáneo, logrado con unas pinceladas amplias y quebradas, y con el juego de unas veladuras, que crean una intensa abstracción cromática, logra efectos de una plasticidad espontánea e irrepetible.
Y, al fondo, a la izquierda, Goya se ha representado en el mismo lugar en que lo hizo Velázquez en Las Meninas, como un homenaje y reconocimiento al pintor de Felipe IV.

Aunque Goya no recibió especial atención de los reyes, si compartió con ellos momentos de intimidad. Entre sus obligaciones se encontraba la de reproducir en numerosas copias la imagen prototípica de los reyes con destino a instituciones públicas y particulares diversos (por ejemplo, 'La pareja real con traje de gala', realizada en 1801 para regalo de Napoleón. La copia no llegó a su destino, en la actualidad reside en el Palacio Real).
En muchas ocasiones artistas de su taller terminaban los retratos.
Del taller de Goya poco se conoce, salvo que tuvo algunos alumnos aventajados de la Academia de San Fernando y que estuvo en colaboración con el valenciano Agustín Esteve, pintor de cámara desde 1800, y copista en ocasiones de cuadros de Goya.

Bajo el reinado de Fernando VII, tanto la obra como la persona de Goya no tuvieron un especial aprecio por parte del monarca.
Entre los retratos destacan: El de 'Fernando VII con las insignias reales' para la Junta del Canal Imperial de Aragón, entre 1814-1815, depositado en el Museo de Zaragoza. El retrato realizado en 1814 de 'Fernando VII como Generalísimo', en el Museo del Prado.

Entre sus clientes, se encontraban grandes nobles, como los Duques de Osuna y la Duquesa de Alba.
Uno de los retratos más bellos, en el que se hace patente una identificación personal con los personajes, es el espléndido retrato de 'Los duques de Osuna con sus hijos ' (Madrid. Museo del Prado) pintado en 1788, con una sorprendente intensidad humana en los rostros de los retratados y una extraordinaria delicadeza en el empleo del color.

Con los Duques de Alba mantuvo una estrecha relación que fue más allá de la relación artística.
A la Duquesa de Alba, ya viuda, la dedicó uno de sus retratos más bellos, realizado en 1797 durante una corta estancia de Goya en la finca ducal de Sanlúcar de Barrameda (The Hispanic Society of America, Nueva York). El retrato perteneció siempre a Goya.

En otros retratos, como el recogido y sensible de 'La Condesa de Chinchón' (Madrid. Col. de Sueca), de 1800, Goya muestra una exquisita sensibilidad en el tratamiento del color y la sensación íntima y recogida del personaje que contrasta con la intensidad humana de otros retratos, como el de 'La Tirana' (Madrid. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando).

En la obra de Goya figuran personajes de gran significación social:

Retratos como el de 'Gaspar Melchor de Jovellanos', nombrado Ministros de Gracia y de Justicia, (Madrid. Museo del Prado), realizado en 1798, muestran asimismo esta identificación entre el pintor y el personaje a través de la captación de la dimensión intelectual y humana del retratado, presente también en otros retratos posteriores, como el de 'Leandro Fernández de Moratín' (Madrid. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando), realizado en 1799.

Otros como el del ministro Floridablanca; o Godoy, primer ministro, con el título de 'Príncipe de la Paz' y casado con la Condesa de Chinchón (sobrina de Carlos IV e hija del Infante don Luis de Borbón) retratado en el ilusorio escenario de la Guerra de las Naranjas (1801, Academia de San Fernando, Madrid).
Brillantes militares, como los generales Urrutia o Ricardos, el almirante Mazarredo, o el aragonés José Rebolledo de Palafox defensor de Zaragoza durante la invasión napoleónica.
Los economistas del Banco de San Carlos, o cargos más modestos de la Corte como el bordador de cámara Juan López de Robredo.

Realizó diversas obras para la burguesía, comerciantes y profesionales liberales. Entre estos, el retrato realizado en 1820 del arquitecto Tiburcio Pérez y Cuervo(Metropolitan, Nueva York).
La fama de Goya se extendió y realizó retratos a extranjeros, como el realizado en 1798 al embajador francés Ferdinand Guillemardet (Museo de Louvre, París), o el retrato del Duque de Wellington, general en jefe de las tropas hispano-británicas en la Guerra de Independencia.
 

Entre (1800 - 1803) realizó 'La maja desnuda' y 'La maja vestida', sobre cuya identificación ha corrido la leyenda. Lo que parece cierto es que la vestida servía para ocultar la otra.
Se conoce que, por un inventario, al menos en 1803, estaban en posesión de Godoy, lo cual no supone que fueran obras realizadas por encargo suyo.

En 1805 realizó el retrato de la 'Marquesa de Santa Cruz', hoy en el Museo del Prado. Este retrato destaca por lo inusual de su estilo, magnífico ejemplo del neoclasicismo romántico, en el más puro estilo del Directorio.

Goya experimentó también en técnicas y temas tan diversos como el grabado: 'Los Caprichos', y la pintura mural 'Frescos de la Ermita de San Antonio de la Florida'.

A principios de 1799 salían a la luz, anunciándose su venta en periódicos madrileños, la serie de 'Los Caprichos', colección de grabados en la que el pintor acometía una dura crítica a la sociedad de su tiempo ironizando sobre vicios y costumbres y desarrollando una tensión entre realidad y ficción, imaginación y fantasía, junto a un lenguaje expresivo y liberado de los usos académicos.
La serie de 'Los Caprichos', comparada con otras como 'La Tauromaquia', ponen de manifiesto el empleo de la imagen para transmitir la actitud del pintor, nada indiferente, frente a la realidad social, política e ideológica de su entorno.

Posteriormente, Goya realizó otras series de grabados, como 'Los Desastres de la Guerra' y 'Los Proverbios o Disparates'.
La serie de 'Los Desastres' está dedicada a la denuncia de los horrores de la guerra, de la sinrazón de la violencia, como expresión de la angustia y desesperación que producen en un hombre ilustrado y convencido del valor de la razón como medio de cambiar el mundo.
En la serie de 'Los Proverbios' aparecen monstruos que se representan de una forma explícita en fantásticas imágenes.

La actividad de Goya como grabador fue impresionante. A ella debe añadirse el importante número de dibujos realizados en la preparación de las diversas series.

A finales de 1800, Goya renovó la pintura religiosa, siendo el creador de las últimas obras maestras de la pintura religiosa española: 'Frescos de la Ermita de San Antonio de la Florida' (Madrid), realizados en 1798 y 'La última comunión de San José de Calasanz' (Madrid. Colegio de las Escuelas Pías de San Antón) realizada en 1818.

Goya vivió la Guerra de la Independencia, dejando unos testimonios patéticos y sobrecogedores.
La temática de la serie de grabados 'Los Desastres', como la de las pinturas de la guerra, fueron el fruto de experiencias vividas por el pintor o conocidas por descripciones.
Unicamente 'El coloso' (Museo del Prado), pintado antes de 1812, obedece a una concepción simbólico-alegórica inspirada en un texto literario.

El 24 de febrero de 1814, Goya proponía al Consejo de Regencia, la realización de pinturas que ilustrasen el levantamiento del pueblo de Madrid contra las tropas de Napoleón.

La propuesta fue aceptada. En 'La carga de los mamelucos' (Museo del Prado) representó el levantamiento del pueblo de Madrid contra el ejército francés.
En una composición se representan las tres fases principales de la acción: los soldados napoleónicos reprimiendo el levantamiento - la insurrección de la población contra el ejército francés - los cadáveres en el suelo de los combatientes de uno y otro bando.

En otra pintura, 'Los fusilamientos del 3 de mayo '(Museo del Prado), se representan igualmente las tres secuencias fundamentales del acontecimiento.
En primer término se hallan en el suelo los cadáveres de los fusilados, mientras que la atención se centra en el grupo de los que están a punto de serlo. Una multitud es conducida al lugar de la masacre por un pelotón de soldados franceses compacto y uniforme.

La serie de pinturas murales de 'La Quinta del Sordo', casa situada cerca del río Manzanares que Goya había comprado en 1818, conocidas como "Las pinturas negras", debidas al predominio y autonomía de los colores negros y grises, fueron realizadas en 1820 y actualmente se conservan en el Museo del Prado.
En este conjunto de pinturas que Goya realizó para sí mismo, se expresa la angustia que asaltaba al pintor, fruto de una imaginación sin límites, con una subjetividad plena, llevando a sus últimas consecuencias la liberación de la forma y la autonomía del color.
Entre 'Las pinturas negras' se encuentran: 'Las parcas y La riña', 'El Santo Oficio', 'Asmodea ', 'El Perro', 'La Leocadia', 'Saturno', ' El Aquelarre' y 'La romería de San Isidro'.

La situación política creada por el absolutismo de Fernando VII, le hacen solicitar en 1824 una licencia para las aguas de Plombiéres. Hasta su muerte, el 16 de abril de 1828, Goya vivió en Burdeos.
Durante este último período, pintó 'La lechera de Burdeos' en 1827, obra que reside en el Museo del Prado de Madrid.

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